Thomas Eakins se ganó una buena reputación durante su vida. No sufrió tontos con gusto, no contuvo la lengua y no pintó mentiras. Este último lo metió en problemas como retratista: pintó a las personas tal como las veía, no necesariamente como querían ser vistas, pero su compromiso con el realismo creó un legado duradero en el arte estadounidense.
Cuando miro la representación de Eakins de la figura humana, siempre me sorprende la naturalidad del cuerpo. No es bello, no simbólico, sino natural. Por ejemplo, en Desnudo Femenino, la curva de la columna vertebral, la ligera protuberancia de los omóplatos y la piel delicadamente arrugada detrás de la rodilla parecen tan reales. Este no es un cuerpo idealizado, sino uno que parece que realmente existe. También noté cómo Eakins no representaba el cuerpo como una forma cerrada con líneas de contorno fuertes, sino una con volumen que parece evocar la sustancialidad de la piel sobre los músculos y los huesos.
En The Thinker, la forma en que el peso de la figura se apoya sobre los talones con los hombros ligeramente inclinados y la cabeza inclinada refuerza el hecho de que Eakins conocía la anatomía humana y cómo funcionaba el cuerpo en esa posición. Pero los detalles, los tendones en la muñeca de la figura que se hinchan ligeramente y la mirada lejana, los labios fruncidos y el ceño fruncido, hacen que el retrato cobre vida, tan cliché como suena. Realmente tienes la sensación de que esta figura, y sus pensamientos profundos, existen.
El sentimiento relajado y familiar que proviene del Retrato de Weda Cook de Eakins se logra en varios niveles, todo lo cual me encantaría poder recrear. La posición y el tamaño de la figura en relación con el plano de la imagen hacen que parezca que está sentada justo al lado del espectador. Su mirada está distraída y enfocada simultáneamente, como si algo fuera de nuestra vista le hubiera llamado la atención, reforzando la idea de que ocupamos el espacio con ella. Y los colores cálidos, rosados y dorados de la blusa, la mejilla y los labios de la modelo complementan la figura y refuerzan la sensación de "comodidad" del trabajo.
Las habilidades esenciales de un retratista son pintar simultáneamente lo que está dentro y lo que está fuera: la fisicalidad y la mentalidad de su modelo. Pero llegar allí requiere práctica y tutoría. Puedes estudiar con algunos de los mejores instructores de pintura de retratos que trabajan hoy y también puedes entender el cuerpo como una forma de arte en sí mismo con este nuevo libro sobre pintura corporal titulado The Human Canvas.
¡Disfrutar!