Desde tiempos prehistóricos, los humanos han manifestado el deseo de expresar emociones y pensamientos a través de formas artísticas. A menudo, esto se hace únicamente para el disfrute personal, pero con frecuencia sirve para un propósito mayor al comunicar sentimientos personales a otros seres humanos. Este deseo de ser escuchado, y con suerte entendido, ha llevado a la formación del lenguaje, la invención de un alfabeto escrito, la disposición del sonido en la música y la colocación del pigmento sobre una superficie de pintura.
Cuando nuestros esfuerzos artísticos deben mostrarse públicamente, se requiere artesanía y dominio técnico del medio individual: de lo contrario, el resultado será un galimatías y tonterías, lo que provocará una falta de comunicación. Dado que todos somos la suma total de nuestras experiencias y no dos de nosotros vemos y oímos las cosas de la misma manera, nuestras expresiones artísticas se animarán o se burlarán dependiendo de la audiencia. Esto lleva a la mayoría de los artistas a estudiar y practicar durante toda su vida artística. Tan importante como este enfoque educativo puede ser, es imperativo que se nos recuerde por qué pintamos.